Fernando Diestro – Pte. de la Federación Cántabra de Bolos www.eldiariomontanes.es
Siempre resulta difícil enfrentarse a un folio en blanco, pero aún más cuando te llega la noticia de la inesperada muerte de un amigo, de una persona con la que has compartido tantos momentos de una misma pasión y sientes la necesidad de contárselo a todos. La noticia de la muerte de Marcelino ha conmovido a la gran familia bolística y ha paralizado la actividad de la federación. No hay otro tema de conversación entre los que llegan o los que llaman para informarse. ¡Pero si ayer estuve con él! Lo cierto es que hoy no vendrá, como todos los lunes, a recoger los resultados, a sentir en directo los latidos de su querido mundo.
Cuando algún día se escriba la historia del Gran Libro de los Bolos, no cabe duda de que habrá muchos protagonistas. Unos, directos en el cutío. Allí estarán el gran Ico, el Zurdo o Ángel Maza. Y nadie duda que las letras serán igual de grandes para los colosos de la Partidona o para Arenal, Linares, Tete …. En ese Libro estarán, a buen seguro, también algunos que nunca recibieron el aplauso en la bolera o en el pódium. ¿O acaso hay alguien más importante en un libro que su propio autor? Porque, ciertamente, aquellos protagonizaron la historia bolística pero Marcelino Ortiz Tercilla la escribió a lo largo de sus casi cincuenta años en las páginas de El Diario Montañés. Unas páginas que han sido siempre referencia para las gentes de los bolos y que han tenido para muchos más credibilidad que la información emanada de la propia federación. ¡Pero si lo pone Marcelino!
Probablemente en las Escuelas de Periodismo se aconsejará, en aras de una mayor objetividad, tomarse cierta distancia. El amigo Marce, periodista de vocación y de servicio, nunca lo tuvo en cuenta. ¿Cómo tomar distancias de un mundo que vives intensamente, que sientes como algo tuyo, un mundo del que te sientes parte, en el que te sientes tan querido y que forma parte de tu vida? Marcelino siempre escribió, desde el calor y la cercanía, desde el amor a unas gentes, a unos pueblos y a unas tradiciones que fueron parte esencial de su vida. Y escribió bien. Puede que no siempre estuvieras de acuerdo con sus opiniones, pero los que formamos parte del mundillo bolístico sabíamos que partían de uno de los nuestros, que ostentaba como nadie el maravilloso don de la experiencia. ¿Alguien le discutió alguna vez sus intervenciones en reuniones, foros o en las mismísimas asambleas?¿Alguien puso alguna vez en duda su autoridad moral ? No, porque no podíamos negarle nada a quien debemos en buena parte que los bolos sean hoy lo que son, a quien debemos que los Salmón, Óscar, Rubén… figuren también en el Gran Libro. Los que estamos dentro, los que hoy lloramos la muerte de un amigo, los que echaremos en falta su sencillez, su cercanía, su trabajo, su quehacer informativo, sabemos muy bien que Marcelino contribuyó como nadie a la transformación en deporte de nuestro juego.
Te fuiste sin avisar, Marce, sin despedirte. Teníamos por delante una temporada apasionante, con ligas, campeonatos y concursos. Pero lo hiciste con el pecho henchido a sabiendas de que hasta el último aliento dedicaste tus horas a tus tres grandes familias: la de sangre, la de los bolos y la del periodismo. Habrá sido casualidad pero hoy, al decirte el último adiós en el tanatorio, estabas descansando para siempre junto a tres coronas que representan a esas tres familias. Tú ultimo día fue la norma de cualquier domingo de tu vida: en Cianca viendo meter un emboque a tu nieto Borja, tomando unos blancos en tu Carmencita, viendo al Racing y preparando tu última crónica en El Diario Montañés. Y ya en casa, con los tuyos, con tu inseparable Margarita, a cenar y…. ¡Hasta siempre, Marcelino!